sábado, 28 de abril de 2007

ANTIGUA

El Sábado Santo, despúes de una prolongada espera a nuestro sonriente chofer Gerardo, nos dirigimos hacia Antigua, unos dos o tres horitas de marcha.

El trayecto tuvo de todo, diversión, jolgorio, calentamiento de la "jargoneta".

Salimos de Pana y comenzamos a subir una empinada cuesta, pero pindia, pindia, como decimos aquí y con unas curvas que ya quisieran para sí las hoces de Bárcena, lo que vivimos y vimos durante ese trayecto fue el punto divertido de la jornada (para nosotros), no creo que para la gente que bajaba al lago y tenían una caravana de veinte km, lo fuera, pero la verdad es que neo se les veía muy molestos.

Veinte km de caravanas de coches, furgonetas, camionetasy coloridos autobuses (guaguas), atestados de gente y digo bien, atestados.

En los coches, digo carros,( no se puede decir coche) iban más de seis personas, en las furgonetas como la nuestra, que son para once personas iba alguna más, las camionetas iban abarrotadas, gente en la cabina, en la caja, por los estribos, los autobuses llevaban gente hasta en el techo , en donde se ponen las maletas, las motos con cuatro personas, bueno que decir, cuando de pronto vemos que una persona iba al lado de una camioneta y cuando esta paraba en la cuesta hacia abajo, ponía una piedra en las ruedas delanteras para frenar, nos quedamos muertos.

Lo mejor fue cuando vimos que era una práctica habitual, ya el jolgorio se convirtió en descojono. Otros paraban para estirar las piernas, comer o lo que deseaaran enese momento y solo orillaban el carro, con lo cual los que venían detrás tenían que invadir el carril izquierdo, es decir por donde subíamos nosostros.

¡Qué manera de jugarnos la vida!, aquello es un rally, a poca velocidad, ciertamente, pero cada uno circula, adelanta y hace lo que le da la real gana, eso si nadie pita.

Si adelantas y ves que alguien viene de frente pues es otro frena un poquito, se orilla y tu te metes en algún hueco, o sigues, tú mismo, nadie se enfada.

Cuando ya habíamos conseguido remontar la cima, y divisar durante todo ese camino el lago en cada recodo, empezamos a tener un ratito de niebla (como en el Escudo), con lo cual no pudimos ver nada de paisaje, pero bueno ya el camino era cuesta abajo, jaja, aquí empieza la juerga, se nos calienta la furgoneta, parada en mitad de lo que parecía una cantera y bueno pues vamos a aprovechar para estirar las piernas, bajamos y ...... fue estirarnos y encogernos, en un segundo ¡hacia un frío de cojones!, menos mal que teníamos a mano todo lo que no nos cabía en las maletas, a saber: alguna chaqueta de algún mercadillo, de chandal, chubasqueros, en fin, pudimos pasar el trago.

Ya luego pudimos seguir viaje y llegamos sobre las dos de la tarde a Antigua.

Esta bella ciudad, se halla a cuarenta y cindo km de la capital, es una hermosa ciudad colonial y fué la antigua capital hasta que fue derruida una vez más por un seismo, allá por el año de 1773, se llamó Santiago de los Caballeros de Guatemala.

Tiene edificiones de gran belleza, unos en pie y otros semiderruidos por los constantes terremotos, conventos, monasterios, templos, hospitales, todos ellos de piedra, construidos durante los siglos XVI y XVII, sus hermosas casas, pintadasde añil, ocre, bermellón, y además era Semana Santa, procesiones, alfaonbres hechasde arena pintada y flores y frutas, una fusión de las tradiciones católica y maya que dan un colorido impresionante a la hermosa ciudad.

Nos alojamos en el hotel La Sin Ventura, un pequeño hotel, situado en pleno centro de la ciudad, al ladito del Parque Central,

Lo primero fue dejar las maletas y salir a comer, fuimos de nuevo a un retaurante ORALE, pero nada que ver con el de Pana, luego fuimos a concoer la ciudad antes de que anocheciera, estuvimos viendo algún que otro templo, y la biblioteca que una semana antes habían inaugurado los Reyes de España, allí en esa biblioteca trabaja María, una chica burgalesa, que vive en Santander, desde el alto de un templo divisamos los volcanes del agua y del Fuego, que por cierto soltaba humo y con la misma a la vez que regresábamos al hotel, vimos una procesión que pasaba por allí y
volvimos al hotel al anochecer, pues teníamos reservada cena en el Hotel Santo Domingo, antiguo convento.

Descansamos sobre hora y media, nos arreglamos y marchamos andando hasta el hotel, por aquellas calles empdedradas, que te transportan a otra época, aquellos balcones sobresalientes de las casas, en los que te dejas los hombros, la cabeza, y hasta los cuernos (caso de tenerlos) y llegamos al máginifo hotel Santo Domingo.

Expléndido, aquello si es otro mundo, lujoso, soberbio, una decoración de ensueño, cuadros, esculturas, fuentes, jardines, capilla, con una magnífica alfonbra hecha de flores,hasta la vestimenta del personal ,sobre todo el de ellas, unas túnicas de hilo, que enseguida decidimos que debía ser el aspecto que presentaban los antiguos mayas de la élite, los ricos, pero igual no, no sabemos pero es igual nosotros ya lo habíamos decidido.

Decidimos cenar algo conocido, porque los platos tenían nombres raros y ya estábamos un poco hartos de carne y salsas, pués tomamos ensaladas, langosta, algunos lomitos (solomillo) y cosas así, cuando de pronto vemos aparecer una especie de fraile, con capucha y todo, echando incienso por todos lados, flipábamos, estuvo infectando de incienso todo el jardín y con la misma se fué, yo que fuí la pirmera en verle, casi me caigo de la silla, como estábamos en un convento pensé, ¡joer, la Santa Compaña!, vaya susto.

Despúes de la cena, a la que por cierto nos invitó Pablo, regresamos andandito al hotel, nos fuimos a dormir, porque por supuesto, pensábamos madrugar, cosa que hicimos, como siempre a las seis.

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