jueves, 26 de abril de 2007

PANAJACHEL Y LAGO ATITLAN

Habíamos quedado en que a las diez saldriamos hasta Panajachel, pues bien a las seis de la mañana ya estabamos en pie de guerra y con más hambre que Carpanta,desayunamos y salimos a recorrer Xelaju y ver como era aquello de día, visitamos el centro histórico, lo que pudimos , pues al ser Jueves Santo, era fiesta y estaba todo cerrado, visitamos la Iglesia, la antigua y la nueva, había oficios religiosos y aquello era impresionante, todos los indigenas con sus coloridos trajes, con una entrega total a la espiritualidad del momento.

Estuvimos un momento y nos fuimos de tiendas, entramos en un comercio y allí dos pobres comerciantes atendiendo a nueve guiris gritones.

¡que camiseta más bonita!, pues anda que este bolso!, mira que pantalones! y estas blusas, que me decís?.

Al final nos llevamos media tienda, aquellos pobres hombres debieron alucinar, con la energía que empleamos para comprar se tuvieron que hacer una idea de lo que fue la conquista de América, que no iban a comprar, precisamente.

A la salida pasamos por el mercadillo al que habíamos echado el ojo la noche anterior y tambíen compramos una chaqueta para Victor un poncho para mí, etc.

Llegamos al hotel sobre las diez treinta, cargamos las maletas y en ruta hacia Panajachel.

La idea era visitar ese día Chichicastenango y su mercado pero el único jueves del año que no hay mercado es por jueves santo, así que no paramos y fuimos directos a Pana, no está lejos solo unos cien km, aunque allí las distancias se miden por tiempo , es decir unas dos horas y media o tres.

Comenzamos el viaje, con más bultos cada vez, lo que llevabamos al comienzo y las adquisiones últimas, ¡ bah, total que son tres horitas de nada!, una tortura total, y llegamos a panajachel a la hora de la comida, después de seguir viendo como el día anterior, todas aquellas laderas del altiplano cuajadas de las miserables casas o chabolas más bien en las que vive la población indígena, casas y más casas en aquellas empinadas laderas, con pequeñas porciones de terrerno para sembrar, a mano por supuesto, por aquellos pequeños indígenas cargados con enormes cestos a la cabeza, ellas y aquellas cargas a la espalda con una tira sujeta a la cabeza , ellos, seguidos por una reata de niños, de todos los tamaños y edades, llevando también alguna cosa.

Comimos en el restaurante ORALE, comida del país, por supuesto y la reposamos bien, porque comenzó a diluviar como el día anterior y allí estuvimos de sobremesa unas dos horitas, aliviando la tensión y la espera a base de roncito, lo de la tensión lo digo porque estabamos en la calle Santander, la calle del mercado y como jarrreaba no podíamos ir de compras, a dios gracias.

Cuando pudimos salir del restaurante nos fuimos al hotel, en el que previamente habíamos dejado ya las maletas, a descansar un ratito.

El Hotel Posada de don Rodrigo, perfecto, lindo, unas amplias habitaciones que daban a un jardín, nos comunicábamos por él, y al lago Atitlán, con un volcán al fondo.

El hotel tenía piscina, internet, unas bellos jardines, con hamacas, terrazas, un soberbio restaurante amenizado por un grupo de marimba, y un personal amable y servicial.

Después de descansar un para de horitas, salimos a darnos un paseo y al vicio, seguir comprando, telas multicolores, que lo mismo pueden servir de manta que de colcha, que de mantel, en realidad no sabemos muy bien para que sirven pero compramos varias, hamacas grandes y de una sola persona, más collares, más pulseras, pendientes, máscaras, camisetas, regalos varios y con el eimpo pegado al culo, como siempre a cenar porque a las diez cerraban la cocina.

Y allí aunque llegues primero si a las diez has cenado, mejor para tí, si no pues te lo has perdido porque a las diez es a las diez., nos quedamos sin postre (por tardones) y sin café, con lo cual nos largamos al bar de al lado que había música a tomar un cubata y ver el panorama de noche.
La verdad es que lo mismo que en Xela , allí no notabamos inseguridad, la gente andaba por las calles normalmente, como en cualquier otro sitio, no como en Guate.

Como habíamos madrugado, andabamos medio dormidos y nos largamos a la cama sobre las once, yo creo que nos estamos haciendo mayores, nosotros a las once en la cama, debemos andar enfermos.

A la mañana siguiente a las seis, y sin despertador de nuevo arriba, nos estamos convirtiendo en unos profesionales de la madrugada, hala a desayunar, luego ir al cajero a sacar pasta, solo mil quetzales por tarjeta y a visitar el lago.

El precioso lago Atitlán, lo dejamos aquí.

Esto se está convirtiendo en las mil y una noches, pero sin Scherezade ni el sultán asesino.

En cuanto pueda colgaré fotos

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